Un relato breve, diario, sobre la historia de México o el mundo, basado en las efemérides del día.

miércoles, 11 de enero de 2012

11 DE ENERO - ACTA DE INDEPENDENCIA


Un día como hoy, 11 de enero, pero de 1782 nació en Valladolid, Michoacán (ciudad que en 1828 cambió el nombre a Morelia), Francisco Manuel Sánchez de Tagle. Este señor fue poeta, escritor, abogado y político. Estudió latín, filosofía, teología, jurisprudencia, historia, matemáticas, astronomía, geografía y física y realizó algunas traducciones de libros de Homero, Virgilio, Descartes y Leibniz. Fue uno de los redactores de nuestra Acta de Independencia. Fue miembro de Los Guadalupes, una especie de partido político, una hermandad clandestina que dio muchos dolores de cabeza al Virreinato. Llegaron al poder, el primer presidente de México era miembro de Los Guadalupes, el nombre real de nuestro primer presidente era José Miguel Ramón Adaucto Fernández y Félix, pero se puso como «nombre artístico» Guadalupe Victoria.
Llegó el 24 de febrero de 1821 fecha en que se proclama el Plan de Iguala en el que se declara la Independencia de México, misma que se consumó siete meses después, hasta el 27 de septiembre.
Al día siguiente, 28 de septiembre, nuestro personaje del día de hoy, Francisco Manuel Sánchez de Tagle, junto con aproximadamente treinta personas más, redactaron el Acta de Independencia. Viene de nuevo Fuentes Mares y su magnífica obra «Blas Pavón»:
…28 de septiembre, se publicó el Acta de Independencia del Imperio Mexicano. Tenía mal comienzo: «La nación Mexicana, que por trescientos años ni ha tenido voluntad propia, ni libre uso de la voz, sale hoy de la opresión en que ha vivido». En nuestra acta de nacimiento proclamábamos una gran mentira. La sucia mentira que nos gobierna hasta hoy, y que nos ha hecho más daño que todos los cuartelazos y todas las agresiones extranjeras. Decir que la Nación mexicana recuperaba la voz, después de trescientos años de opresión, era tanto como dar por cierto que esa nación existía antes de 1521, cuando la verdad es que por esos años no existió algo que pudiera parecerse a la nación mexicana.
La nación mexicana principió a existir en 1521, y era ésa la que se hacía independiente trescientos años más tarde. El acta de Independencia quedaba mal redactada, y ese error nos ha costado mucho más que sangre y desventuras. Nos ha costado admitir como verdad oficial la más nefasta de las falsedades: la de ponderar la existencia de una nación inexistente, para renegar, en su nombre, de toda nuestra época clásica, formativa de la nacionalidad, a la que después se concibió como extraño cuerpo introducido por la violencia en nuestra historia. Las palabras del Acta de Independencia habrían sido lógicas si el Acta hubiera sido redactada por aztecas, sólo así. Firmada por hijos de españoles, y aun por españoles, aquello era una monstruosidad. Mal nacíamos, arrepentidos de nuestros padres. Furia patricida que pocos años después saltará los últimos obstáculos. ¿Dónde había quedado aquella idea maravillosa de Iturbide, con la que recibió a O’Donojú en Córdoba? ¡Desatar el nudo sin romperlo! Genial concepto que naufragaba en el proemio a la declaración de independencia. Ahora resultábamos aztecas, liberados de trescientos años españoles. Nada menos que aztecas. Algo de cierto habría en ello cuando no tardamos en principiar a devorarnos.
Páginas más delante dice:
Las logias fundadas por Poinsett establecieron que los españoles tenían que pagar los platos rotos de la independencia: de ellas nacieron las consignas de expulsión, consumadas en los años de 1827 a 1829. De la lucha contra los españoles de México se pasó a la lucha contra la herencia histórica en todos sus aspectos, contra la España que forma la columna vertebral de México. Poinsett aprovechó el rencor político, y lo convirtió en rencor moral, en rencor de sangre. Hasta llegamos a olvidar que esa sangre era la nuestra, y la quisimos vomitar como algo descompuesto.
Relato aquellos acontecimientos con dolor, porque me parece que dejaron su huella al convertir lo circunstancial en permanente. Una parte de México principió a sentir asco de sí mismo. Asco de sangre, asco de historia. En lugar de buscar arte de México en San Ildefonso o Las Vizcaínas, el poinsetismo enseñó a buscarlo en teocallis y serpientes emplumadas. Después oí que se declaraban indios algunos mexicanos de piel blanca y cabellos claros. Víctimas del poinsetismo, acudían nostálgicos a la prehistoria, incapaces de salvar conflictos morales de la historia. Poinsett se fue de México en enero de 1830, pero dejó una herencia difícil de ignorar. Después de él, el demócrata mexicano tuvo que ser anticatólico y antiespañol. No creo que pueda imaginarse una herencia más abominable.
Ahí les dejo la reflexión de este texto de tarea. Se vale comentar, no me enojo :-) 

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