En repetidas
ocasiones los escritores de novelas se inventan lugares y los bautizan con
nombres que también son producto de su imaginación. Allá para el año 1510 en
España se publicó una novela llamada «Las Sergas de Esplandián», en esa novela
el autor menciona a una reina de las amazonas llamada Calafia, que vivía en la
Isla de California, rica en oro. Cuando los españoles, descubrieron aquella
península creyeron que era una isla y la llamaron California, seguramente en tono
de burla o ironía ya que el paisaje es árido, desértico y apenas si había unos
cuantos pobladores primitivos.
Tiempo después se
dieron cuenta de que esa supuesta isla estaba unida al continente, llamaron
entonces a la península como Baja California mientras que al norte le llamaron
Alta California o Nueva California.
Hoy en día al
escuchar el nombre California
inmediatamente lo asociamos con Hollywood, grandes ciudades llenas de
rascacielos, pero mucho antes de que esto sucediera fueron un puñado de
españoles y novohispanos quienes descubrieron y fundaron las primeras
poblaciones allí. Fueron ellos quienes le dieron nombre a los pueblos, costas, ríos,
montañas, etc.
Como ya sabemos, en la
conquista de California al igual que en otras tierras de América, los españoles
hicieron uso de la espada y de la cruz. A la Nueva España llegaron diferentes
órdenes religiosas como la de los Agustinos, los Dominicos, Los Franciscanos, los
Jesuitas, etc.
A más de 150 años después
de haber descubierto las tierras californianas, año de 1683, los jesuitas
fueron los primeros europeos que fundaron las llamadas «Misiones» en esas
tierras. Las Misiones tenían autonomía económica y administrativa y los
colonizadores españoles no podían ingresar a esos territorios. Así comenzó la
colonización de la Baja California.
La orden de los
jesuitas tenía como uno de sus votos sacerdotales el obedecer al Papa y no al
rey, por lo tanto, bajo ese pretexto y otros cuantos más, el rey Carlos III decidió
expulsarlos tanto de España como de sus territorios ultramarinos.
La labor misionera
esta vez corrió a cargo de la orden de los Franciscanos, a partir de 1769,
encabezados por fray Junípero Serra, nacido en Mallorca, España.
Me permito retomar el
espinoso tema religioso. Más allá de que si la evangelización de indígenas fue
para bien o para mal, más allá del bien y del mal está la labor de los hombres,
guiados por sus creencias y sus convicciones.
Los frailes hacían su
recorrido pie, sin ayuda de caballos o cualquier otro transporte, y lo hacían
desde el momento en que salían de sus monasterios en España. Deberías detenerte
a pensar un poco en las adversidades que implica un viaje así en aquellas
épocas, sin contar los peligros que representaba cruzar el océano para llegar a
estas tierras, los índices de mortandad en esos viajes trasatlánticos eran muy
elevados, viajes en barcos de vela que tan pequeños como incómodos. Sumado a
esto, fray Junípero Serra rechazó el transporte que los españoles pusieron a su
disposición aquí en la Nueva España, decidió hacer su viaje a pie desde
Veracruz hasta la ciudad de México; en el camino recibió una picadura de algún
bicho en su pierna y esto le provocó graves secuelas que lo marcaron por el
resto de su vida. Siempre viajó a pie, cientos de kilómetros andando con los
punzantes dolores en su pierna.
Junípero Serra fundó la
Misión de San Diego (la que hoy en día es la gran ciudad de San Diego, Cal.) y
otras 9 misiones más en el transcurso de 15 años. Los indígenas de aquellas
tierras vivían de manera muy primitiva, errabundos colectando frutos y cazando,
completamente desnudos, no eran en lo absoluto civilizaciones como la mexica
(azteca), en las Misiones los frailes les enseñaron el idioma español, a leer y
escribir, a cantar y tocar instrumentos, las nociones de la agricultura,
ganadería, carpintería, herrería y albañilería a la par de su cristianización;
las mujeres recibían lecciones de cocina, costura y hilado y confección de
tejidos. Así, a la par de la religión, a California llegó la civilización que
los frailes consideraban una forma de vida más digna para los seres humanos de
estas tierras.
Un día como hoy, 24
de enero, pero de 1770, fray Junípero Serra termina su exploración en el puerto
de Monterrey, hoy conocido como Monterey
Bay (qué elegante suena ahora… ¿cierto?)
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