«El Pensador
Mexicano» hoy suena a nombre de calle y nada más; sin embargo, El Pensador Mexicano fue el nombre del
primer periódico de varios que fundó José Joaquín Fernández de Lizardi a un par
de años de haberse iniciado la guerra de independencia, 1812.
Fernández de Lizardi,
mejor conocido como El Pensador Mexicano,
fue el primer novelista de este vasto continente americano, él escribió la
primer novela en México y América, titulada «El Periquillo sarniento», ¿la has
leído?
Además de esa famosa
novela, José Joaquín también escribió Don
Catrín de la Fachenda, La Quijotita y
su prima, y poco antes de morir escribió una obra titulada La tragedia del padre Arenas.
¿Quién carajos fue ese
padre Arenas?
Lo que en 1810
comenzó Miguel Hidalgo, conocido como Guerra de Independencia, fue consumado
hasta septiembre de 1821. Lógicamente, no toda la población estaba contenta con
este hecho, algunos sectores deseaban seguir perteneciendo a la Corona
Española. Es el caso del fraile dieguino Joaquín Arenas. Nació en Castilla la
Nueva, España y se mudó a estas tierras americanas.
Hay muy poca
información sobre su vida, sin embargo, lo poco se sabe acerca de ella, no es
muy grata: Siendo capellán en Chihuahua vivía con una mujer, por esa causa un
obispo ordenó que se mudara a la Ciudad de México. Se le atribuye haber
dirigido clandestinamente una destilería, una casa de apuestas y una fábrica de
monedas falsas… toda una «fichita».
El padre Arenas
estaba inconforme del estado en que se encontraba la religión católica en
México y culpaba de esto al nuevo gobierno liberal. A seis años de haberse
consumado la independencia, año de 1827, Arenas maquinó un plan para que México
volviera al régimen monárquico del rey Fernando VII de España. El plan constaba
de 18 artículos, voy a citar los tres primeros:
Artículo l°. La
religión de Jesucristo, según la santa Iglesia Católica, Apostólica, Romana,
sin mezcla de otra pública o privada.
2°. Para sostener el artículo anterior, volverá este país a la soberanía del Sr. D. Fernando VII, (Q. D. G.) y legítimos sucesores, proclamándole y jurándole de nuevo y como se acostumbra en semejantes actos.
3°. En todo lugar en donde se proclame este plan, se restablecerán inmediatamente los ayuntamientos, y arreglará todo como estaba en el año de 1808.
Escribió Lucas Alamán
respecto a la conspiración del padre Arenas: «era un verdadero acto de
demencia». La conspiración estuvo condenada al fracaso, desde un principio, ya
que carecían de recursos y además cometieron la ingenuidad de buscar como
cómplices a los altos funcionarios del gobierno de Guadalupe Victoria.
El padre Arenas, visitó
al Comandante General Ignacio Mora y le contó sobre sus planes, le invitó a
formar parte del plan revolucionario. El General le dijo que necesitaba tiempo
para reflexionarlo, le pidió al padre Arenas que volviera al día siguiente para
darle su respuesta. ¡Oh miseria humana! El General fue con el chisme al
presidente. Al día siguiente, un día como hoy, 19 de enero, pero de 1827, el
padre Arenas volvió a con el General Mora; escondidos para no ser vistos
estaban el diputado José María Tornel, el senador Francisco Molinos del Campo y
el teniente coronel Ignacio de la Garza Falcón y los ayudantes de Joaquín Muñoz
y Francisco Ruiz Fernández. El General pidió al padre Arenas que repitiera la
invitación y al hablar fue escuchado por todas estas personas. Ese mismo día,
19 de enero, Arenas fue llevado a prisión acusado del delito de «lesa-nación».
Meses después, el 2
de junio de 1827, fue ejecutado. Fusilado de espaldas, con un letrero que decía
«Por traidor a la nación».
Como cerecita al
pastel, la logia masónica de los yorkinos se aprovechó de este hecho para
acrecentar su lucha antiespañola que ahora nos hace renegar de nuestro genoma,
de nuestras raíces.
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