Un día como hoy, 20
de enero, pero de 1821, el caudillo Vicente Guerrero envió una carta en
respuesta a la misiva que Agustín de Iturbide le envió diez días antes, el 10
de enero.
Antes de pasar a los
hechos, quiero comentar un suceso interesante. Hasta hace unos 5 años, se tenía
la creencia de que esa carta con fecha de 10 de enero escrita por Agustín de
Iturbide había sido la primera de las cartas de las que se tenía noticia, sin
embargo, en el año 2006 un historiador llamado Jaime del Arenal Fenochio
descubrió una breve carta con fecha anterior, 26 de noviembre de 1820 y que
dice:
Teloloapan Noviembre
26 de 1820
Sr. Gral. D. Vicente
Guerrero,
Exmo. Sr.
Recibí la atenta nota
de usted de fecha 22 del presente mes y por ella veo que no está usted
dispuesto a deponer las armas y sí a continuar la campaña que inició el cura
Hidalgo.
Ojalá que pasando
otros días, uno ú otro quede convencido de la justa causa que nos conduce a
batirnos en los campos de batalla.
A vuelta de correo
sabré lo que Vd. piensa sobre el particular.
Dios gue. a Vd. ms.
as. Agustín de Yturbide.
Don Vicente Ramón
Guerrero Saldaña fue -como decía Alvargonzález- el director técnico de los
insurgentes que comenzaron a luchar con Hidalgo en 1810, en la última etapa de
la guerra de independencia. El director técnico del otro bando, el realista,
fue Agustín Cosme Damián de Iturbide y Arámburu.
Cuando la boca deja
de cumplir con su función comunicativa, entonces comienza a hablar la sonora
boca del cañón. Es este caso, la comunicación epistolar, la letra escrita, tuvo
un excelente rol en el cese de la lucha de independencia. Más de 295 cartas y
otros documentos fueron dirigidos entre estos dos personajes de la historia
nacional.
Aquí pongo unas
líneas de la carta con fecha de 10 de enero que dirige Iturbide a Guerrero,
nótese la elegancia y el caballerismo, me pregunto ¿Bush habrá intercambiado
cartas como estas con Sadam Hussein?
Sin andar con preámbulos que no son del caso,
hablaré con la franqueza que es inseparable de mi carácter ingenuo. Soy
interesado como el que mas en el bien de esta Nueva España, país en que como
Vd. sabe he nacido, y debo procurar por todos medios su felicidad.
Vd. está en el caso de contribuir á ella de un
modo muy particular, y es cesando las hostilidades, y sujetándose con las
tropas de su cargo á las órdenes del gobierno; en el concepto de que yo dejaré
á Vd. el mando de su fuerza, y aun le proporcionaré algunos auxilios para la
subsistencia de ella.
Supongo que Vd. no inferirá de ninguna manera
que esta carta es por otros principios, ni tiene otro móvil que el que le he
manifestado; porque las pequeñas ventajas que Vd. ha logrado, de que ya tengo
noticia, no pueden poner en inquietud mi espíritu, principalmente cuando tengo
tropa sobrada de que disponer, y que si quisiese me vendría más de la capital;
sirviendo á Vd. de prueba de esta verdad, el que una sección ha marchado ya por
Tlacotepec, al mando del teniente coronel D. Francisco Antonio Berdejo, y yo
con otra iré por el camino de Teloloapan dejando todos los puntos fortificados
con sobrada fuerza, y dos secciones sobre D. Pedro Alquisira.
El Sr. Dios de los ejércitos me conceda este
placer; y vd. entretanto disponga de mi buena voluntad, seguro de que le
complacerá en cuanto sea compatible con su deber, su atento servidor que le
estima y S. M. E.—Agustín de Iturbide.—Sr. D. Vicente Guerrero.
A lo que hace exactamente
191 años Guerrero contestó:
…He aquí demostrado, brevemente, cuanto puede
justificar nuestra causa, y lo que llenará de oprobio a nuestros opresores.
Concluyamos con que usted equivocadamente ha sido nuestro enemigo, y que no ha
perdonado medios para asegurar nuestra esclavitud; pero si entra en conferencia
consigo mismo, conocerá que siendo americano, ha obrado mal, que su deber le
exige lo contrario, que su honor le encamina a empresas más dignas de su
reputación militar, que la patria espera de usted mejor acogida, que su estado
le ha puesto en las manos fuerzas capaces de salvarla y que si nada de esto
sucediera, Dios y los hombres castigarían su indolencia. Estos a quien usted
reputa por enemigos, están distantes de serio, pues que se sacrifican gustosos
por solicitar el bien de usted mismo; y si alguna vez manchan sus espadas en la
sangre de sus hermanos, mas la ignorancia de éstos, la culpa de nuestros
antepasados, y la más refinada perfidia de los hombres, nos han hecho padecer
males que no debiéramos, si en nuestra educación varonil nos hubiesen inspirado
el carácter nacional. Usted y todo hombre sensato, lejos de irritarse con mi
rústico discurso, se gloriarían de mi resistencia y sin faltar a la
racionalidad, a la sensibilidad de la justicia, no podrían redargüir a la
solidez de mis argumentos, supuesto que no tienen otros principios que la
salvación de la patria, por quien usted se manifiesta interesado. Si inflama a
usted, ¿qué pues, hace retardar el pronunciarse por la más justa de las causas?
Sepa usted distinguir y no confunda. Defienda sus verdaderos derechos y esto le
labrará la corona más grande; entienda usted: yo no soy el que quiero dictar
leyes ni pretendo ser tirano de mis semejantes; decídase usted por los,
verdaderos intereses de la Nación, y entonces tendrá la satisfacción de verme
militar a sus órdenes y conocerá un hombre desprendido de la ambición e
intereses, que sólo aspira a sustraerse de la opresión y no a elevarse sobre la
ruina de sus compatriotas.
Esta es mi decisión y para ello cuento con una
regular fuerza disciplinada y valiente, que a su vista huyen despavoridos
cuantos tratan de sojuzgarla; con la opinión general de los pueblos que están
decididos a sacudir el yugo o morir, y con el testimonio de mi propia conciencia,
que nada teme, cuando por delante se le presenta la justicia en su favor.
Compare usted que nada me sería más degradante
como el confesarme delincuente y admitir el perdón que ofrece el Gobierno
contra quien he de ser contrario hasta el último aliento de mi vida; mas no me
desdeñaré de ser subalterno de usted en los términos que digo; asegurándole que
no soy menos generoso y que con el mayor Placer entregaría en sus manos el
bastón con que la Nación me ha condecorado.
Convencido, pues, de estas terribles verdades,
ocúpese usted en beneficio del país donde ha nacido, y no espere el resultado
de los Diputados que marcharon a la Península; porque ni ellos han de alcanzar
la gracia que pretenden, ni nosotros tenemos necesidad de pedir por favor lo
que se nos debe de justicia, por cuyo medio veremos prosperar este fértil suelo
y nos eximiremos de los gravámenes que nos causa el enlace con España.
He satisfecho el contenido de la carta de
usted, porque así lo exige mi crianza; y le repito que todo lo que no sea
concerniente a la total independencia, lo demás lo disputaremos en el campo de
batalla.
Si alguna feliz mudanza me diera el gusto que
deseo, nadie me competirá la preferencia de ser su más fiel amigo y servidor,
como lo protesta su atento que su mano besa.
Vicente Guerrero.
Rincón de Santo Domingo, a 20 de enero de 1821.
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